Mi nombre es Laura, madre de Sofía, de 5 meses. Les quiero contar un poco sobre mi proceso de establecer la lactancia. Si bien fue muy difícil al principio, hoy en día es sencillamente maravilloso. Muchas personas me han motivado a escribirla, pues es una muestra de que las cosas que valen la pena requieren esfuerzo… y en algunos casos, muuucho esfuerzo.
Les cuento que durante el embarazo me preparé mucho en los temas relacionados con embarazo, parto, lactancia, crianza y cuidado del bebé. Todo iba de acuerdo al plan: embarazo excelente, parto fisiológico («normal») y aparentemente buen inicio con la lactancia (incluyendo cero fórmula en la clínica). La leche «bajó» a las 48 horas del parto, y en algún momento me extraje para aliviarme y vi que era una cantidad aceptable (1-2 onzas aproximadamente). Todo parecía estar bien, pero me preocupaba que desde su nacimiento mi hija se la pasaba durmiendo y cuando finalmente se disponía a amamantar se dormía a los 2-5 minutos (sin exagerar) y «peleaba» para pegarse. Con los días comencé a notar que los pañales mojados eran ligeramente menos de los adecuados y ella peleaba aún más. Todo el mundo, con su mejor intención, me decía que era normal y hasta el pediatra me dijo que el peso que había perdido era normal… pero yo insistía en que estaba en el borde de lo normal (9.2%). Pocos días después decidí llevarla al pediatra nuevamente por lo mismo, y así fue: había bajado más de peso, y eso ya no era «normal». Ella no se quejaba, sino que dormía, se pegaba 2-5 minutos y se dormía (era una bebé «no demandante», una bebé «buena»).
Inmediatamente llamé a Yanet para que fuera a mi casa. Hasta ella se sorprendió cuando vio que no había manera de despertar a Sofía (¡45 minutos!). Me puse mi extractor como por 20 minutos y apenas se llenó el fondito de cada biberón. Les confieso que al ver apenas ese fondito pensé que había perdido mi oportunidad de lactar exclusivamente a mi hija: mi leche había desaparecido. Mi primera meta fue darle al menos lo más posible de leche materna, pues lo de exclusivo parecía impensable en ese momento. Y claro, con lo decidida que estaba a que fuera 100%, lo sufría muchísimo. Mi bebé tenía 11 días, y fue ahí cuando comencé un gran reto: recuperar la producción perdida.
Tenía que extraerme cada 2 horas. Sí: de día y de noche, con una alarma recurrente que sonaba a las horas pares. Luego de ver mejoría unos días después, pasé a extraerme cada 1.5-2 horas de día y cada 3 horas de noche. Muchas veces no se cubría el fondo completo del biberón, pero de todos modos me dejaba el extractor por 20 minutos.
No les tengo que decir que agregar eso a la rutina que se vive con un recién nacido es agotador… una locura! El apoyo de mi esposo fue clave, pues se encargaba de la niña si yo me estaba extrayendo y me motivaba a levantarme para extraerme aunque no pudiera pararme de la cama del sueño y el cansancio. Hubiese sido mucho más fácil abandonar la lactancia porque «no tenía leche» y nunca iba a llegar a tener. Se me cerraban los ojos del sueño, así que me ponía a leer y en pocos días me leí el libro «Making more milk», que también fue de mucha ayuda. Como ella perdió más peso de lo normal, la misma Yanet me explicó que la niña tenía que tomar un mínimo de onzas al día para no retrasarse en crecimiento, y que si no me sacaba suficiente leche materna… tendría que darle fórmula o leche materna de otra madre. Antes de una semana ya mi leche estaba siendo suficiente y la iba pegando directo. Poco a poco iba sustituyendo extracciones por ponerla directo a amamantar. Al cabo de tres semanas ella aumentó 3 libras y algo, así que estaba ¡más que recuperada!
Antes de darme cuenta, me comenzó a sobrar leche. Apenas llevaba poco más de 2 semanas en eso y ya iba quedando algo mínimo para guardar. ¡Qué alegría! Era muy poquito, pero juntando leche de varios días iba juntando para guardar. Como continué extrayéndome 1-2 veces al día cuando dejé de darle leche materna en biberón, mi producción siguió aumentando poquito a poquito. También experimenté dolor durante varias semanas, a pesar de tener una buena colocación (verificada), pero eso era secundario considerando el tema de la producción.
¿Y qué creen? Cuando entré a trabajar a los tres meses, tenía casi 500 onzas guardadas y hasta había donado leche. Se supone que ahí comenzaba el reto de mantener la producción con la vuelta al trabajo, pero mi banco lo que hizo fue aumentar cada vez más. Hoy en día tendría 1,400 onzas si hubiese optado por comprar un freezer para eso y no donar. He decidido no comprarlo y mantener mi banquito en tres cifras (700-900 onzas) y me mantengo donando el resto. En el trabajo me extraigo dos veces y regreso a casa con 20-25 onzas cada día. Y si me extraigo al levantarme y al acostarme, llego a unas 40 onzas en total por día. He sabido sacarme 9 onzas de un sólo lado, cuando comencé sacando 3-10ml (1/10 – 1/3 oz). No me gusta hablar de cantidades de leche materna, pero en este caso es la evidencia clara de que «yo no tenía leche» y ahora soy «bendecida con tener tanta leche». La bendición es que Dios nos ha creado con la capacidad de producir el alimento perfecto para nuestro bebé. Está en nosotras tomar la decisión de hacerlo, y claro, ¡Dios se encarga del resto!
Algunas lecciones aprendidas:
- Confía en tu instinto de mamá, aunque seas primeriza. Si sientes que algo no está bien, actúa.
- Maneja el tiempo que le dedicas a las visitas. Entre la falta de sueño y las visitas infinitas, tardé mucho en reaccionar: yo no estaba recibiendo suficiente estimulación, por lo que mi producción se estaba casi desapareciendo.
- Cuidado con los pediatras «pro-lactancia» que no lo son. Es imprescindible tener uno que te de apoyo 100% en tu decisión de dar sólo leche materna. Yo tuve que cambiarme porque mi bebé tiene reflujo severo y es intolerante a muchos alimentos que yo como, y su soporte era muy ligero. Mientras el anterior probablemente le hubiese indicado una fórmula para que yo «no cogiera lucha», esta pediatra me dice «restringe tu alimentación y ni te atrevas a quitarle el seno por ahora» ya que le beneficia la leche materna aún más cuando hay esos temas.
- Un buen extractor doble eléctrico es vital. Yo lo compré durante el embarazo, y estoy segura de que este proceso hubiese fracasado con un extractor manual. Si vas a trabajar fuera de casa a tiempo completo, un doble vale cada centavo. Algunas madres me han dicho que no lo compraron porque «eso es para ricos», pero así mismo me cuentan que ellas terminaron dando fórmula porque con el extractor manual era difícil y dolía mucho. El costo de la fórmula anda en 6 cifras el primer año… ¿es «rico» el que puede comprar el extractor o el que puede pagar la fórmula? Saquemos bien las cuentas.
Mi experiencia fue intensa, pero con un excelente resultado. Al principio no me parecía que justo a mi me pasara esto, si leí muchos libros, fui a charlas, curso de pre-parto, etc. Después entendí que fue con un propósito: puedo entender a las madres que tienen dificultades con la lactancia y decirles «Yo pasé por eso y lo logré. ¡Tú puedes!», y en efecto ha sido así. Ahora soy parte del grupito de apoyo que se menciona en la historia de Karla, y siempre cuento mi caso a las madres que tienen comienzos difíciles «con poca leche». Ese grupo ha sido un tremendo apoyo, una excelente compañía en el día a día de la lactancia y me ha permitido conocer madres extraordinarias.
Como dice una amiga, la lactancia es la primera batalla que luchamos en nuestro rol de madres. Aún si no se tienen dificultades al inicio, implica un sacrificio. Hoy es la lactancia, mañana serán temas de crianza, alimentación, disciplina, enfermedad, etc. El pasar por esto me ha fortalecido muchísimo y me ha recordado que soy una luchadora y que lo hago aún mejor cuando es por amor a mi hija. Sólo Dios sabe lo que tenga que enfrentar mañana, pero sé que estoy más preparada gracias a esto.
Mi hija hace ciclo revertido («reverse cycling»), que consiste que durante el día ella toma lo mínimo que necesita y compensa en la tardecita-noche cuando está conmigo. No importa si se acaba de tomar un biberón, tan pronto me ve al final de la tarde se pone inquieta para que la cargue y comienza a amamantar desesperada… aliviada, como si pensara «¡al fin llegó mi mamá!». Cuando llego a casa, todo lo demás puede esperar, pues es un momento que sólo yo puedo proporcionarle. ¡Me encanta! Y cuando ella se detiene un momento para mirarme y sonreírme, todo mi esfuerzo parece insignificante ante tan preciado momento :’).
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